La década de los 60 y 70, se caracterizaron por ser la cuna de diferentes movimientos sociales, políticos y culturales, cómo el movimiento por los derechos civiles, el movimiento de mujeres, LGBTIQ y la generación de Woodstock, y el amor libre. La labor de estos movimientos abrió nuevas formas de ver, construir y experimentar la identidad, la conducta sexual y el pensamiento político, entre otras, resaltando el pluralismo cultural y étnico que en su momento empezaba a ser reconocido.
Este ambiente de apertura y pluralidad que buscaba el reconocimiento de la diversidad en todos los aspectos, tuvo para algunos un freno en seco. La aparición del primer caso de VIH en el año 1981, en Estados Unidos, California, en dos jóvenes homosexuales, fue la puerta para un nuevo episodio de discriminación y estigma contra grupos poblacionales. El pánico y la incertidumbre por el desconocimiento del nuevo virus no dio espera a la salida de fake news, que contenían información basada en rumores que se esparcían como marea en las sociedades, sumado al estigma y discriminación que impulsaban las comunidades creyentes, relacionando el VIH como un “castigo de dios” hacia los homosexuales y la exclusión de la comunidad LGBTIQ por parte del ejército estadunidense.
En el panorama colombiano, la diversidad se quedaba a puerta cerradas, temerosa de la discriminación, estigma y violencia que se vivía en el asfalto de la calle. Corroborado por el código penal de 1936, que consideraba cómo un delito con 3 años de condena, el simple hecho de expresar amor hacia una persona del mismo sexo.

Durante los primeros años de la década de los 80, la cultura de la violencia aumentó significativamente, desde el carro bomba por parte de los narcotraficantes a la llegada del alba, la limpieza social a manos del sicariato y las autodefensas, sumado al toque de queda impuesto por uniformados. A pesar del terror, confusión e incertidumbre que había en el ambiente, se continuaba sembrando el cambio y el avance por parte de ciertos personajes cómo Manuel Antonio Velandia Mora, que ayudó a desmantelar la despenalización hacia la libertad sexual, por medio de la ley 100 de 1980 y promovió conformar el “ARTivismo Queer”, en donde los besos y abrazos eran formas de expresar amor libre de etiquetas.
En 1983, se registra el primer caso de VIH en Colombia, en una joven cartagenera, producto de la forma de trabajo que ejercía, el cual, era tener relaciones sexuales pagas, por lo tanto, al llegar al país se encontraba en un estado SIDA sin posibilidad de recuperarse. Sin embargo, de momento para esa fecha, la información que se tenía acerca del VIH, era más de un contexto internacional que nacional, al momento de que los periódicos se limitaban hacer copy y paste de los titulares extranjeros. Esto lo corrobora la experiencia vivida de Fabián Bentancourt, Licenciado en Ciencias Sociales, dedicado a la investigación acerca del VIH, prevención, salud sexual y reproductiva, trabajando con diferentes poblaciones como gays, mujeres trans y comunidades indígenas.
“Yo recuerdo haber leído un artículo de página y media del Tiempo, que decía el cáncer gay, me lo llevo un amigo, sinceramente fue terrible, estaba impactado por todo lo que estaba pasando, sin embargo como era un contexto global más no nacional, uno lo veía con cierta distancia.” – Me comparte Fabián su reacción al tener por primera vez conocimiento acerca del VIH.
Así mismo, él comentaba que las noticias eran escasas mientras que los rumores se cultivaban de boca a boca, esta tradición juglar se mantuvo hasta mitad de los 90, en donde, el primer caso sale a la luz pública.
Por ende, Fabián comenta lo siguiente “Hasta el 94 que comienzo a trabajar acerca del VIH, tengo la información acerca del primer caso registrado en Colombia, que sucedió entre el 83-84, el cual fue el caso de una mujer cartagenera, lo cual era muy particular, ya que en la mayoría de países, los casos eran de hombres homosexuales, totalmente diferente en el caso latinoamericano, al ser las mujeres las primeras víctimas del VIH”.
La aparición del VIH en Colombia obliga a las escuelas a desmantelar la cultura de la ignorancia acerca de la sexualidad, cómo una política de educación, para evitar un incremento de casos del nuevo virus, a pesar, de que como tal la educación sexual se añade al currículum de manera oficial en 1993. Cómo resultado la discusión entre lo moral y lo placentero no dio espera, aumentando los tabúes ya existentes y desinformando a los estudiantes con verdades a medias, debido a la influencia de visiones conservadoras en la educación que buscan restringir la libre expresión de la persona, bajo la idea de que este tipo de pensamiento puede recibir un castigo divino cómo contraer VIH. Relegada quedaba la información científica. Otra de las debilidades de esta situación fue que el contenido era dirigido solo a hombres que cursaban décimo y once grado, excluyendo a mujeres y niños, lo que para la visión de la época implicó obviar temas como embarazo adolescente y prevención de otras ITS.
La creatividad de la prensa amarillista de la época, saturó los medios de comunicación con títulos sensacionalistas, información sin sustento científico y promoviendo apodos fuera de contexto del VIH como “la peste rosa”, incrementando el pánico en las personas y la cultura de la discriminación hacia la comunidad homosexual, las personas con alta actividad sexual y consumidores de sustancias psicoactivas.
En la primera línea de fuego contra el virus, el hospital público Simón Bolívar fue una de las primeras instalaciones en atender a personas con VIH, a pesar de la poca información que tenían acerca del virus por el avance prematuro que tenían las primeras investigaciones internacionales. Entre desconcierto y temor llegaban los pacientes, cómo el caso de Fernando Molano Vargas y su novio Diego. Durante sus estadías fueron acompañados por el bondadoso doctor como lo llamaban al profesional Gabriel Martínez Arciniegas, al ser un médico sin etiquetas morales, políticas y sociales. Historias como estas fue testigo las instalaciones del hospital e inmortalizadas en libros cómo: Vista desde una acera por Fernando Molano Vargas y Peregrinos del sida por Luis Cañón.
A mediados de 1988, los casos de personas contagiadas por VIH iban en aumento, en respuesta se desarrollan espacios de educación dirigidos al personal de salud y a la comunidad, acompañado de laboratorios que faciliten el proceso de análisis y diagnóstico de los pacientes, nombrado el plan Nacional de Prevención y Control del SIDA.
Este plan Nacional tomará fuerza con la llegada de los años 90, en donde, se va a comenzar hablar acerca de la diversidad y de la comunidad LGBT, como resultado del impacto del VIH y SIDA, a causa de la cantidad de casos que había en el mundo. Sumado al estigma y discriminación que se ejercía, lo que se traducia en las restricciones que se tenían para acceder a la información, haciendo que las personas fueran más vulnerables, al estar relegadas de los circulos de protección.
En este momento, Fabián a continuación recalca la importancia de la inclusión- “Entonces cuando se empieza el análisis, se dan cuenta que la solución se encuentra en la inclusión, porque si incluimos a las personas en los sistemas de salud, cultura e información, adquirimos un capital intelectual, que nos permite hacer frente, ya que si uno no tiene la información adecuada, entonces uno no sabe que hay que hacer. Lo cual no es fácil, ya que al hablar de estos temas, los grupos tradicionales se alarmaban en cuanto a la ruptura y cambio que se trataba de producir.”
A pesar de esto, la secretaría de salud se vio en la tarea de promover campañas de educación en bares, para desmantelar las mentiras acerca del VIH e invitar a las personas a no temer ser castigadas o señaladas por su entorno social al usar un condón. El nacimiento de la Consejería Presidencial, permite reorientar las iniciativas de educación para las escuelas, creando espacios de charla acerca de la sexualidad, incluyendo términos como la open mind, el placer y la responsabilidad sexual.
Fabián a continuación comparte una particular actividad que se desarrolló en la primera alcaldía de Mokus, directamente relacionado al tema de la diversidad. “En el campín, se colgó un gran estandarte que decía LGBT, lo cual se hizo para generar una expectativa acerca del nombre. Esto se considero una toma del espacio público para que la gente empezara a cuestionarse acerca del tema y darle reconocimiento a la comunidad que habitaba por esa zona, lo cual desencadena los diferentes movimientos de derechos y de ciudadanía, en donde el VIH se alia con el feminista, por ende, estos comienzan a mover el tema de la sexualidad en Colombia.”
A inicios de los 2000, el plan Nacional de Prevención y Control del SIDA se ve reformado, en base a los acuerdos llegados en la reunión extraordinaria de la Asamblea General de la Naciones Unidas sobre VIH y SIDA, en donde la niñez, la vulneración de derechos y las poblaciones afectadas por el conflicto armado o desastres naturales, eran los compromisos a cubrir a lo largo de los años. Durante este periodo, se dibujaron nuevos horizontes, cómo la participación de la sociedad civil, la promoción de la educación sexual y reproductiva, por último, el refuerzo a los servicios de salud.
A pesar de los grandes esfuerzos por parte de las organizaciones de salud, el número de casos de VIH es significante, en base al último estudio estadístico realizado en el mes de junio del 2021 por parte del Observatorio de Bogotá SaluData, en donde la población de 20 a 34 años presenta el mayor número de casos, con un 53,5 por 100.000 habitantes, por ende, la causa de transmisión es vía sexual, con un 62,2% por relaciones homosexuales, el 29,4% por relaciones heterosexuales y el 7,9% por relaciones bisexuales. Sin embargo, se debe considerar que el 90,8% de los casos son reportados en estadio clínico VIH, mientras que sólo un 7,5% y un 1,7% son casos asociados a SIDA. En respuesta, el nuevo plan Nacional está enfocado a la promoción de campañas de salud hacia las poblaciones vulnerables y el acceso universal a condones, inyecciones seguras y la profilaxis preexposición (PReP).
Sumado que uno de sus compromisos era que todas las metas debían lograr el 90 90 90, para el año 2020, es decir, que el 90% de las personas con VIH se hubieran realizado la prueba, y de esa población, el 90% estuviera en los centros de salud, por ende, el otro 90% tuviera acceso a los tratamientos necesarios, lo cual no se ha logrado.
En respuesta a este panorama, Fabián dice lo siguiente: “Todavía es un tabú el realizarse la prueba de VIH, lo cual debería considerarse algo normal como cualquier otro examen de rutina. Se puede decir que en las principales ciudades el tabú ha disminuido, pero si nos ubicamos en la zona rural, se tienen unas falencias muy grandes, eso sumado que la persona solo tiene acceso a medios tradicionales, ya que la información está sesgada por una mirada conservadora acerca la sexualidad, el placer y ejercer la sexualidad como tal, por ende, generando un estigma de lo que se debe hacer y no hacer.”
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